viernes, 6 de noviembre de 2009

parece que fue ayer

Parece que fue ayer cuando cumplí los sesenta tacos. Eran las cero horas en punto, la noche del 4 al 5 de este soleado noviembre, cuando entró en la habitación mi chica con dos velas blancas ribeteadas en rojo apenas clavadas en una sabrosa bayonesa de cabello de ángel, que es la que más me gusta. Tarareaba lo del cumpleaños feliz más preocupada por el precario equilibrio de las llamas que de afinar en exceso. Dos velas. Dos cifras. Nada menos que un seis y un cero, la hostia, tu.

Sabía que se acercaba mi cumple, hasta ahí podíamos llegar, pero lo cierto es que no había caído en la cuenta hasta la tarta del cambio de tercio que suponía estrenar esta nueva década. Parece que fue ayer cuando tenía 59, pero era anteayer sin embargo. Luego me he puesto a pensar. Todo el día dándole vueltas a la dichosa cifra que arranca mi sesentena. ¿Por qué tanto jaleo? ¿A santo de qué refocilarme en esa especie de desasosiego absurdo? Las horas se han tornado interminables mientras caía la tarde hasta que, de repente, he visto la luz y comprendido a ciencia cierta la razón del comecome que me ha roído las tripas hoy a modo de happy birthday.

Os lo quería comentar, por eso me he sentado al teclado en cuanto Lucas ha despachado a los Estopa, y he arrancado a todo meter con este escrito. No me preocupa cumplir años. Es más, habitualmente miro con cierta conmiseración a quienes se resisten al paso del tiempo en batalla perdida. No quiero ser como ellos, sé que no soy como ellos aunque hoy lo haya parecido por unas horas.

Lo que me pasa es que mi aparente edad es una gran mentira de la que me niego a ser cómplice. Aunque el DNI se empeñe en aseverar que fue aquel lejano 1949 el año que me vio nacer, no os lo creáis. Mi edad, la que arde en mi interior y anima cuanto hago día a día, es la que canta en mis sueños, la que vive mi condición de enamorado, la que anima con fuerza los proyectos que arranco, tejo y desarrollo a cada paso, la que esconde los viajes que proyecto, despierta mi sexo, inspira mi cocina, sonríe con cada cosa nueva que aprendo..., mi edad está presente en los muebles de IKEA que monto tirado por el suelo, en el Estudio sobre el uso de las Nuevas Tecnologías en la sociedad roteña que iniciaré en breve, en mi deseo por desentrañar los profundos misterios del pescado de roca, en la ilusión por un secreto que planifico con mimo, en averiguar si el último modelo de tele que procuro trae canal de retorno o MHP, en hacerme cuanto antes el carné de identidad electrónico...

El bargueño que me traje de la casa de mi madre sí que tiene 60 años. O más. Yo tengo la edad que vivo. La que me da la gana.

lunes, 2 de noviembre de 2009

grilletes

Se escandalizan algunos, con más morro que razones, de que se vea en televisión a gentecilla como Maciá Alavedra o el alcalde de Santa Coloma esposados y recuperando sus pertenencias guardadas dentro de bolsas de basura. Ahí claman algunos, más interesados por la presunción de inocencia que por la égalité, y manifiestan argumentos a mi entender espúreos, por lo que convendría poner los puntos sobre las íes.

En esta democracia, como en cualquier Estado de Derecho, los cuerpos de seguridad del Estado, léase policía, guardia civil, policía judicial, municipal o autonómica, carecen de capacidad de opción a la hora de manejar la persona del detenido. Su obligación, mientras carezcan de orden superior en sentido contrario, no es otra que inmovilizar al detenido para impedir su fuga, y esto es válido tanto para el que acaba de levantar un bolso pillado en flagrante delito como para el ladrón de guante blanco. Ni es su responsabilidad ni está entre sus privilegios discernir acerca de la peligrosidad de un detenido, el riesgo de fuga que supone o cualquier otra circunstancia. Todos iguales, todos esposados. De vosotros para mí, me gustaría escuchar a esos mismos corifeos que ahora se rasgan las vestiduras ante el trato recibido por los detenidos de alcurnia si uno de ellos se escapara y se perdiera su rastro en Las Azores. Así que me queda claro. Detenido por supuesto delito es igual a esposado para su traslado hasta que un juez decida lo contrario.

Otra cosa, muy distinta, es el tratamiento supuestamente informativo que le pueden dar a estos hechos las cámaras de televisión. ¿Por qué no se toman las medidas exigibles por cualquier detenido en orden a salvaguardar sus derechos? ¿Quién decide que estos (o cualesquiera otros) tengan que bajarse del vehículo de conducción para su ingreso en los juzgados a la vista de cualquiera? ¿Quién avisa a las televisiones del día y hora en que van a acontecer estos hechos? ¿Cuánto cobra el avisador por ello, o por no proteger con los biombos instalados la intimidad de esas personas, sea en pasta gansa o en posicionamiento a medio plazo para cuando vuelvan los suyos?

Aunque cualquier teoría conspirativa acerca del uso de estas imágenes pudiera resultar válida, apuntando al máximo responsable de Interior como el Rasputín que urde y maneja estas imágenes en beneficio del Gobierno, a mí me cuesta trabajo creerlas sobre todo si, como es ahora el caso, afectan a varios miembros de su propio partido. ¿En otros casos sí y no en éste? Podría ser. Pero también cabría especular acerca de que a alguien con la capacidad directa para ordenar que se preserven las imágenes del escándalo se le ha ocurrido que tenía en ese momento a su disposición la posibilidad de permitir que se vea esposados a detenidos socialistas ya que antes se pudo ver en el caso Gürtel en las mismas circunstancias a detenidos del PP.

En este caso, como en los anteriores, deberíamos exigir la intervención de un juez para perseguir estos supuestos delitos contra el honor de las personas, intervención que yo reclamo inmediata, tajante e intransigente como única manera eficaz de aviso a los navegantes. Una acción judicial radical para que a nadie se le ocurra en adelante "permitir" que ocurran estos hechos sin temor a que se le pueda venir encima el peso de esa Ley que supuestamente defienden.

En esta sociedad que reclama a gritos una total regeneración de la vida pública, sería una manera de devolver poquito a poco parte de la confianza en los administradores de los poderes que nos han ido quitando unos y otros de entre las manos.