sábado, 7 de marzo de 2009

tarde de toro

- Maeztro, ¡qué mala pinta tiene eze morlaco! ¡Máz negro que miz pulmonez y qué mirada tan zaina* trae er bischo!
- Tranquilo, hijo. Antes, a campo abierto, tenía más peligro que un mono con una Parabellum, pero en esta plaza... Ahí le quiero yo ver, Ricardín, en cuanto me lo pongáis en suerte. Tu llévamelo a los medios, que hay faena... Hermanito de Castellón, siempre dispuesto, afirma con la cabeza mientras en su boca dibuja una media sonrisa, mucho más tranquilo.
- Zí, zeñorito, lo que tu mandez u ordenez, asiente el de la moña.

Con paso firme, Paco Campos "Generalito de Levante", sale del burladero y se dirige al centro de la plaza. Un ajustado terno de alpaca gris marengo enaltece su estilizada figura gracias a su espléndido corte y moderno diseño graciosamente complementado con un jopetí** de solapas en seda espolinada, modelo blasco, en color fucsia para destacar de los similares del resto de su cuadrilla, todos de la misma fima. Clava los talones en el centro geométrico de la Plaza de Toros de Valencia y allí, encarado a la presidencia, se destoca para brindar la lidia de Baltasarito, astado fino y codicioso, negro bragao, de la ganadería AN como muestra a las claras su divisa rojigualda (Ver nota literaria a pie).

Tras el permiso del presidente, un tipo bajito y con bigote de aspecto repelente, quien se lo concede con gesto displicente mientras comenta algo sotto vocce a una morena de vestido color pistacho que se sienta a su vera, Generalito se dirige hacia la barrera del tendido, tras la talanquera, en la que se encuentra su apoderado. Mientras, al otro extremo de la plaza, sus mozos de brega trastean al animal, que barbea acunado en tablas ante los capotazos del grueso Rafael de Alcira Chaquetón Filigranas, de Serafín Castilla Amigote de Lliria y del sobresaliente Lotero Fabra bajo la atenta mirada de su mozo de espadas, el impagable Hermanito. Se hace el silencio en la plaza cuando, montera valenciana en mano, Campos pronuncia su brindis en alta voz.

- Mi cuadrilla, y yo el primero, queremos brindarle la lidia y la muerte de este animal para agradecer su esfuerzo y sus desvelos, gracias a los cuales ha conseguido por fin traer a nuestro coso tan trascendental corrida. Todos sabemos que, sin usted y su excelente equipo, este hito imprescindible no hubiera sido posible. ¡Va por usted, don Mariano! ¡Ahora nos toca a nosotros!

Tras lanzarle a las manos con buen tino la montera, Paco Campos se gira esbelto y garboso hacia el burladero e hace un gesto imperceptible dirigido a la puerta de caballos para continuar la lidia. Un monosabio de lustrosos bigotones y uniforme casual de llamativo color naranja abre de par en par el portón por el que acceden a la plaza jamelgos y picadores para el tercio de varas. El varilarguero principal, íntimo del primer espada, responde como Luisón el Callejero, de apariencia torva y mal encarada. Del segundo ignoramos su nombre, pues no figura en el programa al tener sentados sus reales en otra plaza por lo que cabe describir sólo el terno que viste, de suave color rosa.

Ocultos bajo la sombra del castoreño, los ojos del picador relucen con un brillo especial. Nadie ha reparado en el pequeño detalle de que su larga vara, su pica, no dispone para esta corrida del tope que limita habitualmente la hondura de las puyas.



Nota literaria.- La fiera, que había salido corriendo, se plantó en mitad de la plaza. Era un bicho negro, poderoso, que parecía modelado por Benlliure. Sus astas, finísimas en la punta, curvadas con brío amenazador, contrastaban con la cabeza estúpida, casi dulce, casi pacífica. La ferocidad vendría a su hora, cuando hubiesen acosado a la res, desgarrado su piel, acribillado su carne, inflamado su sangre, excitado su desesperación, hinchando sus pulmones con la queja cavernosa del mugido; pero en aquel instante, sorprendido y deslumbrado, molestado sólo por el picotazo de la divisa, el toro no sentía más que extrañeza y la nostalgia con que el instinto le recordaba los frescores de la dehesa, los aromas de los pastos, el borboteo del agua del arroyo... Emilia Pardo Bazán. El Abanico.

*Zaino, na.(Del ár. hisp. zahím, indigesto, antipático, desagradable, y este del ár. clás. zahim, pringoso).
1. adj. Traidor, falso, poco seguro en el trato.

**Jopetí. Chaleco típico valenciano, con amplias solapas vueltas, habitualmente de vivos colores.

2 comentarios:

Browner...Seguro? dijo...

Menuda cuadrilla y te has dejado a la que esta en el palco con el manton de manila, la condesa gacela... yo si que organizaría una corrida con ellos, pero para sacarlos a gorrazos.

Antonio Piera dijo...

¿Te refieres a nuestra querida Clarence, la leona bizca? Por ahí andaba, pero esa es cabeza de cartel en otras plazas. Buena corrida sí que sería la que propones, pardiez.