martes, 7 de octubre de 2008

anonadado

Me ocurrió también el 11 de septiembre de 2001 y así mismo delante de la pantalla de la televisión, como me pasa ahora. Aquel día, acodado en la barra del bar-restaurante en el que solíamos comer los currantes de dos periódicos semanales, periodistas casi todos, soldado literalmente a ella durante horas, no pude apartar mis ojos de la tele mientras el resto de mis compañeros, en una mesa larga y estrecha, daban cumplida cuenta del menú del día, ajenos al sonido de las trompetas de Jericó que atronaban a su lado. Anonadado entonces, mi cerebro grababa y guardaba y luego reseteaba la primera imagen del avión hendiendo una de las torres gemelas mientras en una esquina del mismo se iba haciendo sitio la idea de que nada después de aquello sería como antes. Creo que me perdí un buen cocido, pero a cambio obtuve la mirada profunda del que ve y comprende, vaya lo uno por lo otro.

Me está pasando lo mismo ahora. La misma sensación, idéntico drama. Otra vez me está siendo dado contemplar con los ojos de ver el preciso instante en que el imperialismo muestra desnudos aquellos pies de barro que le pronosticaron los marxistas de mi cuerda hace tiempo, de nuevo el gran teatro del mundo desfila ante mi en directo, escena tras escena, en un pornográfico desnudo de las incontables vergüenzas del sistema que se sustenta exclusivamente en el dorado becerro del beneficio. Uno detrás de otro van quedando a la intemperie los meollos malolientes de esos grandes bancos hasta hoy mismo rebosantes de miles de directivos de intachable traje alpaca gris, soberbios y deslenguados guardianes de la moral pública mientras con la otra mano invierten por debajo de la mesa el dinero de otros en el barro del máximo beneficio aunque sea fruto corrupto de la basura hipotecaria. Hipocresía, lección uno.

Anonadado también mientras aprecio los patéticos esfuerzos de los gobernantes del primer mundo, llamado sarcásticamente del bienestar, por asegurar las inversiones de sus súbditos en esos mismos bancos (que lo son todos) , haciéndolo con su propio dinero, conscientes al máximo de que todo el alambicado sistema se puede venir abajo arrastrándoles consigo en cuanto los auténticos protagonistas, hasta hoy mindundis despreciados, vapuleados, explotados, engañados, estafados, vilipendiados, reducidos a un número de cuenta, esos millones de individuos como vosotros de los que todos se han servido hasta hoy sin vergüenza ninguna, decidan retirar de golpe su dinero de las arcas de las entidades que les machacaban para guardarlo bajo el colchón hasta que escampe. Renace el fantasme del corralito. Ahora la palabra clave es confianza, donde hasta ayer era sólo explotación. Hipocresía, lección dos.

Ante este espectáculo, reconoced conmigo que nada tienen que hacer las hazañas del Barça, las escaladas de Contador ni las disquisiciones costumbristas de este escribidor.

4 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Si no fuera porque están demasiado ocupados muriéndose de hambre, los habitantes del tercer mundo tendrían que estar en estos momentos partiéndose la caja de la risa...

Anónimo dijo...

¡amén! ¡Amén! y requeteamén.
Ya hubo una gran crisis del capitalismo: 1929. Lo que pasó es que la Segunda Guerra Mundial lo tapó y, además, nadie lo hubiera reconocido.

Anónimo dijo...

Ahhh ¿pero es que el sistema capitalista no era infalible????
Es desternillante ahora escuchar a Bush decir que no es culpa del capitalismo sino de algunos desalmados empresarios que hicieron las cosas mal... jajaja ahora me parto yo de la risa ante aquellos que me decían que era una idealista por pensar en otro tipo de sistema más social.
La pena es que siempre pagamos las consecuencias los de abajo. La maldita historia cíclica...

Anónimo dijo...

Pues a mi todo esto me acojona.