lunes, 23 de junio de 2008

parajoda

No es ocioso repetir de vez en cuando lo de que a veces se escribe derecho con renglones torcidos, o algo así he pensado al saber que, últimamente, se registra en las librerías españolas un aluvión de demandas hacia una novela escrita hace más de cincuenta años por un americano al que algunos españoles, sospecho que pocos, leimos en nuestra juventud para descifrar las claves y los misterios de la que vino en llamarse generación beat o para presumir de ello, al menos. Una generación a cuyos miembros acusaron de antiamericanos y por ello les bautizaron como beatniks, uniendo al concepto beat el bastardo del sputnick, que era ruso y con eso estaba dicho todo. Hablo de la primera novela de Jack Kerouac, nacido Jean-Louis. Me refiero a su mítica On the road.

Ahora resulta que se han disparado sus ventas gracias a un anuncio televisivo de la BMW. Para mear y no echar gota, que dirían en mi barrio. Aquel paradigma de la bohemia cultural, el escritor maldito, rebelde contra lo establecido, el abanderado malgré soi de la más cruda crítica de la American way of life y enemigo a muerte del consumismo salvaje, despreciado por los patriotas y motejado en vida de comunista y antiamericano, resulta hoy elevado a los altares del consumo gracias a la publicidad de un vehículo que es ejemplo del capitalismo puro, y además carísimo. Cruel paradoja o, como decía una amiga, más bien parajoda.

Recuerdo que lo leí un poco a la fuerza, ya que se trataba de una novela dificil, repleta de personajes para mí desconocidos (posteriormente Kerouac publicaría su correspondencia con los personajes reales en los que estaban basados, pero que para mí resultaron tan crípticos como los literarios). La evoco como una novela densa, aunque hermosa, digno ejemplo de lo que se denominó la prosa espontánea, escrita sin puntos y aparte, sostenida a base de litros de café y presentada después en sociedad gracias a tantos litros de alcohol que una cirrosis acabó con la vida de su autor a los 47 años. Sí estoy plenamente de acuerdo con una afirmación que leí sobre ella. "Cada párrafo, un poema".

Luego supe que él la llamaba el rollo, porque enrollado guardó el original escrito sin respetar los márgenes y sin apenas espacio entre las líneas, con ese modo apretado y nervioso que caracteriza a los seres apresurados. Juro que esto lo supe después de escribir alguna de las novelas que guardo por ahí cuyos manuscritos seguían casualmente esas mismas pautas, y me refiero a las formales. Con las otras, ninguna comparación posible. Kerouac, como sus colegas Ginsberg o Burroughs, era un absoluto genio. Yo, no.

3 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Cuando veo el anuncio, pienso en qué será lo próximo:

¿la iMorcilla? (una morcilla de Burgos con el logo de Apple)...

¿Marina D'Or? (Marina Castaño aferrada a sus joyones y disparando contra todo aquel que se atreva a acercarse al testamento de su marido)...

El mundo está loco, por mucho que Aquarius haga decir a los de Radio Colifata que el ser humano es extraordinario...

Anónimo dijo...

Yo leí esta novela muuuuuucho antes que cualquier magnate automovilísitco se fijara en ese preciso párrafo. ¿Te has dado cuenta de que no nombran a Kerouac, que no aparece su nombre en la portada?... Raro, ¿no?
Haciendo un poco de abogado del diablo, tiene en parte su lógica, ya que eran unos enamorados de los coches como un símbolo de libertad (hasta que "Easy Rider" puso de moda la moto).
Por cierto, ¿recuerdas qué pseudónimo le pone a Ginsberg en la novela? Carlo Marx: ¿casual? Pues va a ser que no...

Anónimo dijo...

Vuelvo a leerle señor, después de una temporadita sin internet en casa. ¿Cómo va la crisis por aquí, perdon, la desaceleración?