miércoles, 2 de enero de 2008

un dígito más

Vaya costumbre ésta de empezar el año aumentando los precios de las cosas. Es como si la subida de un número más en el rosario de los años que llevamos a cuestas fuera el pistoletazo de salida para que se desbocaran los números de nuestra micro (pero que muy micro) economía, al calorcito oportuno del espíritu navideño que se fue con viento fresco y lluvia racheada. Tal vez es que yo no he estado atento, pero se me ha pasado la noticia de que nuestros sueldos se van a incrementar también, automáticamente, en ese casi 4 por ciento en el que todos parecen haberse puesto de acuerdo para las subidas. Lo mismo me ha pillado mirando para otro lado, distraído mientras dilucidaba entre invertir los remanentes acumulados en "indras", por aquello de la alta tecnología, o comprarme un yate, que ya le tengo yo ganas al mar. Lo que es seguro es que nuestro amado gobierno no va a permitir que los currantes perdamos poder adquisitivo. Ni mucho menos.

Hablaba yo el otro día con una amiga, que lleva meses enfrascada en variopintas peleas davideñas (de David versus Goliath) con Telefónica, el Corte Inglés y alguna empresilla más del tres al cuarto. Convinimos en que ha desaparecido de nuestro entorno el imperio de la Ley. Las empresas ya no escriben sus compromisos, sino que te los cuenta de palabra una señorita de call-center radicada en Albacete (es un poner) que menciona su nombre a toda prisa con la esperanza de que nunca lo recuerdes. Entran en tu cuenta corriente como Pedro por su casa, en cuanto has cometido el error de domiciliar cualquier pago. Enseguida te encuentras con una factura de tamaño inesperado, o con que te cobran sus servicios por adelantado, o con que no mantienen los compromisos que te contó aquella señorita cuyo nombre no conseguiste retener, o con un aluvión de incontables pequeñas cantidades en conceptos difusos... Luego, decenas de llamadas en las que, si le arrancas cualquier compromiso, tu interlocutor desaparece milagrosamente, la línea se corta y vuelta a empezar. Las empresas han descubierto Sierra Morena. Empiezan a desaparecer las sedes, el engaño juega con ventaja desde el anonimato, la sombra les protege cuando lo único demostrable es que tu, pobre iluso, has firmado a tu banco que les pague los recibos.

El caso es que toda la estructura que nos castiga el bolsillo hasta el vaciado sistemático depende de nosotros mismos. También los derechos cuestan dinero, y si no repasa la minuta de ese abogado amigo que también pagas cuando decides defenderlos ley en mano. O el procurador, y su prima, y el notario que da fe..., hasta al juez que te condena o falla a tu favor (que tanto da) le pagas con tus impuestos. Por no hablar de los bancos, de los ayuntamientos, de los gobernantes, del tendero, de los maestros, de los artistas y de los mendigos. Todo sale de los que trabajan a cambio de un dinero del que cualquiera se cree con derecho a servirse, hasta cuando ya no queda, que una deuda es también dinero realizable a medio plazo. El mercantilismo escandaliza cuando lo contemplas de cerca, aunque haya casos en los que la gallina de los euros de oro deja de poner los huevos al alcance de los depredadores y entonces se dice que el sistema se tambalea.

¿Sabéis que en el último año los impagos bancarios se han disparado hasta cotas desconocidas? Lo mismo la gallina va y dice que no, como cantaba Llach. ¿Y entonces?

7 comentarios:

Luna Carmesi dijo...

¿Has comido Conejo (lease literal) estas fiestas?

¿Somos un pais de morosos?

¿Nos da verguenza protestar?

... Bueno... A quienes esperan a subir a la vuelta de vacaciones de verano, estas vueltas son...

Anónimo dijo...

Que razón tiene, D. Antonio. Más que un santo. Llevo yo enfrascado en una de esas peleas dos meses (y sin visos de finalizar). Llamadas, call centers, "Estimado Sr. De Paz... en breve solventaremos..."... Y venga a tragar quina. Hasta que un día se levanta uno con los cables cruzados, coge el teléfono, se caga en lo más sagrado dos veces, amenaza con prender fuego a las oficinas y en un par de días está solucionado (casualidad o no).

Y luego dicen que se gana más por las buenas que por las malas. Está claro que en este país, no.

Por cierto, prospero año nuevo.

Abrazos,
Pedro de Paz

Browner...Seguro? dijo...

Protestemos, prostestemos que algo queda seguro y si en lugar de callar TODOS protestasemos de verdad igual las cosas cambiarian, pero somos un pais de protesta en la barra del bar y de comentario final "total para que si no me van a hacer caso" y asi nos va...

Anónimo dijo...

Que los sueldos han subido? Juas¡¡ Jajajajajaja¡¡¡ Perdone, pero me parto jajajaja¡¡ ¿Me indicarías donde para cambiar mi centro de trabajo? Porque este año, dando gracias, me subirán 10 euros y, sinceramente, creo que prefiero que no lo hagan, así no sentiría que me dan limosna.

Lo que sí ha subido es mi hipoteca, 150 euros mas al més. Teniendo en cuenta que vivo sola y solamente cuento con mi sueldo, andaba debatiéndome sobre meterme a puta. Cambiando de chulo claro, el banco (chulo actual) me sangra en lugar de beneficiarme.

Besos

Juan Pedro Ayllón dijo...

Yo estoy con D.Pedro. Tengo en mi haber un par de altercados con grandes corporaciones, saldados beneficiosamente, y es que si uno no se pone chulo, y pone cara de "meimportatrescojones" no te hacen ni puñetero caso. Lo de los call centers, es para que haga en su blog un mes dedicado a ese timo de la estampita moderno. Ni los golfos apandadores del Tio Gilito.

Un dia con más tiempo le explico mi tecnica zen para que no le toquen "los de oro".

Anónimo dijo...

Tiene ud. razón, toda la razón y nada más que la razón. Estamos desprotegidos y me pregunto ¿quién nos protegerá? el proteccionista que nos protegiese buen protector será... pero no viene nadie a protegernos. Nunca había leído el cuento de la gallina de los huevos de oro. Me ha gustado. Lo malo es que su gran moraleja no hace que quien debe, se dé por aludido.

Antonio Piera dijo...

Lunita, lo del conejo parece a simple vista una trampa saducea. Lo he comido, afirmaré, en abundancia, pero sin hacer caso a Zapatero.
Don Pedro, que no son gigantes, así que un par de gritos suelen desasnar convenientemente al contrario, como pasa en Francia con los funcionarios. También próspero merimée para usted, por supuesto.
Buen plan, browner, pero no suele ser secundado, por desgracia. Por nosotros, que no quede.
Lenita, tesoro, no se meta usted más a puta de lo que ya nos hemos metido todos, que al fin y al cabo una hipoteca no es nada (hasta que se dispara el euribor, que entonces la entiendo), pero, en ese caso, ¿qué va a ser de los ancianos caballeros de ya no tan buen ver? ¿A qué nos metemos?
Déjese de prometer, Némesis, y éntrele a ese trapo. Lo esperamos.
Al fin y al cabo, Anónimo, tan trabalenguas resulta el cuento como ese suyo de los protectores. La moraleja está siempre al servicio del cuentista.