jueves, 22 de noviembre de 2007

volver a empezar

En mi nuevo trabajo, a veces me siento como si el nuevo fuera yo. Entregándole horas y dedicación, esfuerzo e inventiva, pero siendo observado con lupa, o sintiéndolo al menos. No está resultando sencillo, aunque para nada desagradable. Es como si en esa regresión, en el volver a empezar, notara cómo se adapta mi naturaleza poco a poco al entorno, a sus aristas y esquinas, costumbres y métodos, lentamente, a veces dolorosamente, a veces perezosamente, pero siempre con la certeza de la mutación, quizá mejor de la adaptación, a flor de piel. No sé si me explico bien. Tanto tiempo administrando mis pulsiones, mis ganas, mis necesidades, respondiendo exclusivamente a mis propios criterios a la hora de decidirlo todo, crean hábitos de eremita poco acordes con el trabajo en equipo. Me extraigo de mí mismo para jugar y me veo desde fuera, como en esas supuestas recreaciones de la muerte en las que el espíritu del que se va flota en la vertical de su cuerpo con ánimo cotilla y me veo, repito, sentado a la mesa de mi despacho, hasta el culo de papeles, notas, tarifas, ofertas y agendas, negociando, intuyendo, poniendo los sentidos posibles en cada paso, buscando el control, la perfección del movimiento, la mejor gestión de mi ignorancia del medio en que me desenvuelvo ahora... Os juro que me parto las tripas, sobre todo cuando reparo en los instantes de profunda confusión que me asaltan a veces, por suerte cada vez menos, o en los momentos de desconcierto ante las cosas nuevas que aparecen de sopetón cuando crees que ya dominas este nuevo mundo. Estoy aprendiendo, en suma.

¡Qué aventura!

7 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Compañero, la aventura es la aventura. Y además seguro que saldrá de ésta con soltura y más experiencia acumulada.
Nada, nada a currar que le veo muy puesto.

Salud y República

Anónimo dijo...

¿Que está currando de funcionario? Jeje...

Luna Carmesi dijo...

¡Que grande!
Levantando el pais!!!
:-P
Y ahora me pregunto...Tras su gran descripcion mental ante esa situación, ¿como esta nuestro cuerpo? ¿Sube la tensión? ¿Las pulsaciones? ... el polvo del otro dia debio ayudar... supongo.
:-P
Besos

Aurora dijo...

Tu foto me ha hecho recordar a Bukowski!! Qué crack.

Antonio Piera dijo...

Seguro que sí, don Rafael. Pero no hace falta que me mande a currar, que voy solito, por desgracia.
Para nada, Grendel. Además, currar y de funcionario son términos contradictorios, a mi molesto entender.
No lo sé. Rechazo los aparatos de medir, en general. Me parecen ofensivos e inútiles. Cuando estás mal, no hacen falta. Cuando estás bien, tampoco. Me refiero tanto a los termómetros como a los pluviómetros, manómetros, pulsómetros y hasta a los polvómetros. Así, la mejor medida son la satisfacción personal o el sufrimiento. Ah! Un polvo siempre ayuda, si es bueno.
Truman, no sé si le hemos visto antes por aqui. Si no, bienvenido. Más quisiera Bukowski que tener mi pelo (o yo su santa desvergüenza).

Anónimo dijo...

Le comprendo perfectamente, amigo Antonio. Siempre que tuve la ocasión de cambiar de empresa, la impresión que me asaltó fue la misma. Esa sutil sensación de naufragio, esa imperiosa necesidad de medirte, de encontrar tu lugar, de saber a quienes debes respetar y de quienes ganarte el respeto...

Una experiencia ciertamente desasogante e incómoda, frustrante en ocasiones aunque no del todo inconveniente. Te ayuda a sentirte vivo. Y alerta.

Un abrazo,
Pedro de Paz

Aurora dijo...

Jeje. Es la segunda vez que visito este blog, pero pienso convertirme en un asiduo habitual. Y será la esencia de la vida, sólo te hace falta desmelenar esa cabellera y expresar esa santa desvergüenza que tenía Bukowski, que con tu capacidad eres capaz de eso y de más.

Saludos de un bohemio.