domingo, 31 de diciembre de 2006

Nos están dando las uvas

Vaya cierre del año 2006, ¡vaya despedida!

Cuelgan a Sadam, muerte anunciada trasmitida en directo, más de 65.000 vídeos sobre el evento cuelgan a su vez del You Tube para que la todopoderosa sociedad de la información constate una vez más la ética fatal del mundo en que vivimos, no diré ya hacia el que nos dirigimos. Delectación disfrazada de información. Morbo vestido de CNN, mientras un propio, eso sí, encapuchado, le explica al reo cómo funciona el mecanismo. Yo te pongo esto aquí, luego se estira de allá... Y un ser humano asiste estupefacto a los prolegómenos de su borrado existencial preguntándose aún por qué no hace tanto tiempo los mismos que le han puesto a los pies de los caballos le regalaban pistolas de oro. Ha muerto Sadam colgado y sabiéndose un pobre imbécil, marioneta de un sólo cable consciente de que cuando se orine, o cuando erecte a su pesar o se le salga un zapato al refluir su sangre, será foto, imagen de cualquier telediario o página impresa, y verán sus vergüenzas los niños en Ohío o en Madrid y sus propias hijas, si las tiene, allá donde las guarden.
La pena de muerte, la que aplicara él mismo sin piedad alguna (cuando contener a los kurdos a cualquier precio estaba bien visto) o la gratuita resultante de su propia esencia de dictador sangriento, todas y cada una de las penas de muerte degradan a quien las ejecuta, a quien las alienta, a quien las anima y las imparte. Y a los que disfrutan con ella. Y a los que piensan mejor para el mundo. Y a los que la teorizan como mal necesario.
No tiene esta pena otro efecto que el de hacernos un poquito peores a todos.

Y luego, lo de el atentado del aeropuerto. El más tonto de cada casa obedeciendo los dictados de quienes quieren aumentar su ventaja de ventajistas negociando el pedazo de futuro que quieren. La gente horripilada, con rostro de daño colateral, se vuelve a preguntar qué tiene que ver su viaje a Mallorca con la cruel majadería de unos vividores expertos en rentabilizar los muertos ajenos, los propios y hasta los que vendrán si las cosas no van por donde ellos quieren.
Que nadie se engañe: la política no tiene nada que ver con todo esto. Ya no. No sé siquiera si antes, pero ahora, seguro que no. ¿Visionarios de la revolución socialista? ¿Desde cuándo? ¿Quién cree en extorsionadores, en aficionados al ataque cobarde a autobuses, o aprendices del tiro en la nuca, para dirigir una país con justicia? No, hombre, no. Cualquiera sabe que los chantajistas seguirán chantajeando desde el poder, que para eso es suyo y se lo han ganado, los ladrones, robando y los matones, matando, o es que alguien cree que el ejercicio del poder santifica a quien lo ejerce en vez de corromperle más aún si cabe. O habrá que creerse la perversión de la lógica: ahora somos violentos, pero, cuando mandemos, seremos demócratas. ¡Amos, anda!

Entre unos y otros, nos están dando el fin de año.

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